jueves, 31 de octubre de 2013

The Jammers 005: Blow up the outside world



(Portada: Amaia Ballesteros)




Nothing seems to kill me
No matter how hard I try

Soundgarden. Down on the Upside

¿Dónde me quedé la última vez? Ah, sí. Estaba hablando de la Gira de los Cuatro Elementos y los sabotajes que supuestamente en ella se estaban produciendo justo en el umbral de nuestra segunda y más importante actuación. Se suponía que aquel concierto en el interior del volcán extinto de SR8273 sería nuestra gran oportunidad, la ocasión de demostrar de lo que éramos capaces. No sólo porque tendríamos de nuestra parte un alucinante despliegue de efectos especiales, también debido a que presentaríamos en primicia un nuevo tema, uno que esperábamos se convirtiera en nuestro próximo hit. Su nombre era Red Roses y poseía partes vocales, de piano y de guitarra eléctrica que esperábamos calaran en todos nuestros seguidores. En especial yo tenía la ocasión definitiva para lucirme, con algunas de las melodías de piano más bonitas que he tenido ocasión de interpretar.

Nos parecía también un concierto apropiado para presentar el tema, gracias al simbolismo del rojo fuego y que el estribillo decía ‘Red Roses falling above this lonely valley’, momento que esperábamos se coordinara con toda clase de fuegos artificiales en tonos escarlata.

Pero nuestra cabeza estaba en otro lado, para qué negarlo. La perspectiva de que pudiera producirse un desastre tal y como había acontecido en días anteriores era demasiado fuerte como para que la pasáramos por alto, y por ese motivo Fase y Overdrive hicieron uso de nuestros pases espaciales para pasearse por todas las instalaciones poniendo como excusa que querían conocer cómo funcionaban los fuegos artificiales y los lanzallamas, en lo que Distorsión, Delay y yo misma seguíamos ensayando pero en permanente contacto con ellos.

El escenario estaba en el remanso interior del volcán donde alguna vez se alojó la lava ardiente, a un centenar de metros de la superficie. Las medidas de seguridad se habían extremado y se vigilaban todos los dispositivos, así como se reforzaron todas las rutas de escape; pero había kilómetros y kilómetros de grutas interiores en los que no sería muy problemático para un saboteador pasar totalmente desapercibido.

El grupo anterior aún seguía tocando, aunque ya faltaba poco para que terminaran, cuando Distorsión recibió una llamada que resultó ser de Fase. Distorsión no dijo una sola palabra en toda la conversación. Se limitó a asentir, siempre con su holograma activado, y colgó simplemente diciendo “vamos para allá”.

—¿Qué es lo que ocurre? —pregunté.

—Según Fase, Overdrive cree que las máquinas han sido manipuladas. Ha intentado apagar una de ellas como prueba y le ha costado más de lo que hubiera esperado. Puede que las hayan ajustado para que funcionen con más potencia.

—¿Qué máquina era?

—Un lanzallamas —contestó Distorsión, escueto.

—Pero tenemos que salir en breve al escenario, ¿qué vamos a hacer? —comenté.

El último bis del grupo anterior, Barricade, terminó y se dispusieron a abandonar el escenario. Nada más ir a los bastidores, Distorsión cogió por banda a la cantante.

—Aún no estamos listos y nos queda más de lo habitual. ¿Podéis hacer un nuevo bis?

La cantante puso cara de estar contrariada, pero asintió con la cabeza y se fue con los suyos a acordar una nueva canción. Creo que le atraía Distorsión, algo que me dejó a las claras con su contestación.

—Sólo si te nos unes como cantante invitado.

Intuyo que Distorsión resopló. No era fácil de saber teniendo en cuenta que su rostro estaba oculto. Pero accedió de mala gana y nos hizo señas para que nos moviéramos sin él.

Corrimos en dirección de Overdrive y Fase, que tuvieron que guiarnos varias veces por aquella maraña de túneles internos del volcán. En cuanto a Distorsión, de vez en cuanto nos parábamos a mirar la actuación y todo iba con normalidad, hasta que en el minuto dos de la canción, más o menos, una hilera de amplificadores empezó a soltar chispas y terminaron por inutilizarse por completo. Los organizadores dijeron algo de problemas técnicos y se suspendió temporalmente la actuación.

Sonreí para mis adentros. Ya me imaginaba cuál sería su plan, pero me temía algo más grave y menos sutil, como reventar todos los micros de Barricade o incluso sus instrumentos. En todo caso no tardaron en meterse, tanto ellos como Distorsión, otra vez entre bambalinas, por lo que imaginé que no tardaría en unirse a nosotros.

Al fin llegamos a la altura a la que estaban Overdrive y Fase, unos diez metros por encima del público. Overdrive seguía tratando de apagar todos los dispositivos, al borde de la extenuación.

—Por fin sé lo que ocurre —nos explicó, frenético—. ¡Han sobrecargado el combustible de los lanzallamas! Las llamaradas pueden ser tan largas que se expandan hacia las paredes contiguas, provocando un incendio, o incluso achicharren a la gente.

Y siguió su trabajo a toda prisa, extenuado. Llamé a Distorsión y se lo expliqué todo.

—Dile a Delay que busque la consola de mandos y retarde el temporizador de los lanzallamas. Mientras tanto, que Fase altere el aviso de dificultades técnicas de la megafonía para que la gente crea que los conciertos se posponen hasta nuevo aviso.

—¿Puedo hacer algo yo? —pregunté. Se quedó un momento callado, y finalmente contestó.

—Rebota la señal de los megáfonos hacia el público, para que la organización no sepa por qué se va la gente y no trate de rectificar. Y otra cosa… estás al mando.

Eso era lo que me gustaba de Distorsión. Si no era en equipo, no hacíamos las cosas juntos.

Fase y yo nos coordinamos para conseguir que la gente creyera que el concierto se había acabado. Todo el mundo empezó a marcharse por las salidas habilitadas, de manera ordenada, sin ser conscientes de que corrían un grave peligro. Al mismo tiempo, Delay nos avisó de que había logrado encontrar al técnico de efectos y había logrado, sin que nadie lo notara, ralentizar la máquina que los sincronizaba, pero eso sólo nos daba apenas un par de minutos hasta que se accionaran de manera automática, como solían hacer entre concierto y concierto. Acto seguido volvió corriendo a nuestra posición.

Overdrive hacía lo que podía, pero una vez la señal se activó pudimos ver que dos lanzallamas a los que no llegaba desde su posición empezaban a expandir su carga flamígera. La llamarada, en efecto, era muy intensa en grosor, despidiendo lenguas de fuego de manera casi aleatoria e incontrolable. Sólo faltaban dos por inutilizar, pero dos bastaban para ser el detonante de un desastre.

Las llamas seguían expandiéndose, lentas pero inexorables. Cuando ya estaban a punto de rozar una máquina cercana, de repente ambos lanzallamas empezaron a soltar chispas y reventaron como patos de feria.

Cuando el humo se despejó en parte pudimos ver ligeramente el rostro en blanco y negro de Distorsión.

La alegría inundó mi rostro. Justo al mismo tiempo recibí una llamada suya.

—¡Lo hemos logrado!

—¡Detrás de vosotros! Fue la respuesta inesperada que recibí.

Nos giramos y vimos, saliendo de uno de los túneles, a una suerte de máquina de unos dos metros de altura. Tenía forma más o menos humanoide, con su torso de color azul y las extremidades rojas, pero era metálico por completo, no como si fuera una armadura sino como un robot en sí. No tenía cabeza, pues estaba hundida en el cuerpo como si fuera una prolongación del mismo. Como boca poseía una especie de reja que asimilaba la de un viejo horno de leña, y en medio del torso tenía un gran ventilador de tres aspas que giraba con lentitud. Sus manos y pies eran notablemente grandes e igualmente metálicos. El único detalle de humanidad eran sus dos ojos azules incrustados en medio de aquella cabeza sin cuello.

Pero de haberse tratado de un ser humano entonces, a juzgar por la posición del ventilador en mitad del tronco, carecía de órganos interiores.

—¿Tú eres el responsable de esto? —preguntó Overdrive, aún cansado, pero tratando de atraer la atención de aquel engendro.

—Me llamo Génesis, y habéis cometido un error al cruzaros en mi camino —proclamó.

—¿Génesis? —repliqué—. No te hemos visto en el cartel, tío. ¿No te has traído a Peter Gabriel o a Phil Collins contigo?

Si captó el chiste de alguna manera, que lo dudo, hizo caso omiso por completo de ello. En vez de eso alzó un brazo y, tras una peculiar transformación en la que básicamente su mano rotó 180 grados y se transformó en una manguera, me lanzó un chorro de una potencia tan brutal que me arrastró tan lejos, al borde de la zona segura, que sólo me salvé de caer porque justo en ese momento Distorsión, que estaba ya más cerca de mí que los demás, me cogió de la mano y me sacó de la improvisada corriente.

En ese rato el tipo no perdió el tiempo, por otro lado. Levantó un pie y, tras una transformación similar a la anterior, lo convirtió en un pistón que, al golpear el suelo, provocó un corrimiento de tierras que lanzó al suelo a los demás y causó pequeñas avalanchas de las que se salvaron de ser sepultados de milagro.

Distorsión estaba furioso por completo. Con Overdrive débil y tumbado en el suelo, sabía que era su turno de hacer algo. Avanzó con paso firme hacia su enemigo, en línea recta, con los puños cerrados.

—Espero que tú me ofrezcas algo más de diversión —conjeturó Génesis.

Distorsión extendió la mano hacia aquel enemigo con la intención de fundirlo como si fuera una bombilla de filamentos gastados, cuando algo le detuvo.

—No siento nada. Nada de nada. Es como… como si fuera un ser vivo —dijo sorprendido.

Creo que Génesis rió. No lo recuerdo bien. En todo caso, lo que nunca olvidaré fue cómo echó la cabeza hacia delante y de su boca enrejada salió una llamarada directa hacia Distorsión, que logró apartarse a duras penas.

De modo que obviamente aquel sujeto era el saboteador que buscábamos, a juzgar por sus habilidades empleadas. Encima no parecían afectarle nuestros poderes y yo no podía rebotar nada de lo que nos arrojaba, pues no eran ondas sino algo tan primitivo pero eficiente como agua o fuego. Lo teníamos chungo, sin duda.

—Se acabó. No sois rivales para un combatiente como yo.

Distorsión, que estaba en el suelo tras haber tenido que lanzarse a un lado como pudo para esquivar el fuego, miró hacia arriba. Acto seguido, aunque no pudiera verle el rostro, sé que sonrió.

Usando sus poderes reventó uno de los lanzallamas que Overdrive había apagado y que estaba justo encima de nuestro nuevo enemigo. Cayó con gran estrépito sobre su cabeza, algo que habría matado a cualquier persona, pero a él sólo le aprisionó como a quien le cae encima una pila de libros.

No era muy noble pero ya no había público cerca y los técnicos estaban recogiendo, así que había llegado el momento de poner pies en polvorosa. Nos largamos de allí a toda velocidad, mientras escuchábamos a Génesis a nuestra espalda, tratando de liberarse cuanto antes.

—Huid, cobardes… pero vuestro público no tiene donde esconderse.

Desde la distancia vimos cómo se libraba de la maquinaria estropeada y la echaba un lado como quien aparta la arena de la playa, y cómo regresaba de nuevo al interior de los túneles. Le habíamos fastidiado el plan aquella vez, pero estaba claro que más que pelear con nosotros le interesaba largarse, seguramente para provocar algún nuevo desastre al día siguiente.

Distorsión no dejó de mirar el túnel en un rato muy largo, incluso después de que Génesis ya se hubiera marchado. Creo que era plenamente consciente de que habíamos topado con la horma de nuestro zapato.

***

En cuanto regresamos a nuestras dependencias pudimos comprobar que, por un lado, la calma imperaba en el festival. Gracias a la manipulación de la megafonía por parte de Fase los asistentes no se enteraron de lo sucedido ni supieron nada de lo que había pasado en realidad, pensando simplemente que la suspensión de los conciertos se había debido a problemas técnicos. No es que eso fuera beneficioso para la fama del festival, claro, pero se dijo a quienes habían pagado los bonos diarios que los conciertos cancelados se repetirían en los mismos escenarios en que no habían podido llevarse a cabo en el último día, con carácter simultáneo a la etapa final de la gira, dedicada al aire. No era una gran solución, para empezar porque muchos de los espectadores venían desde muy lejos y habían ajustado al máximo sus días libres y periodos vacacionales, pero menos daba una piedra, sin lugar a dudas.

Lo segundo que hicimos, una vez comprobamos las últimas noticias, fue ponernos en contacto con Adrian para saber si él podía aclararnos algo acerca de este nuevo enemigo que nos habíamos ganado, gracias a sus conocimientos de Bioelectrónica. Sabíamos que estábamos presionándole, ya que desde que aconteció la tragedia de su hijo no volvió a investigar en sus áreas de conocimiento, pero esperábamos que al menos pudiera darnos alguna clase de consejo.

Lo que no nos imaginábamos era que nada más escuchar las primeras descripciones del engendro artificial con el que nos habíamos enfrentado viéramos a través de la pantalla cómo su rostro empalidecía y venía en persona a vernos usando uno de los biplazas del Acorde Cósmico, insistiendo que debía estar allí cuanto antes.

Nada más llegó le pusimos al día con el máximo detalle posible sobre los acontecimientos, incluyendo por supuesto los aparentes sabotajes de los dos primeros días, obra del mismo robot, como todo parecía indicar.

La respuesta de Adrian, aunque entraba dentro de lo lógico a partir de lo que habíamos visto, no dejó de sorprendernos.

—No es un robot. No en el sentido más moderno de la palabra, al menos.

—¿Qué quieres decir? —preguntó intrigado Distorsión—. ¿Es tecnoorgánico, acaso?

—La palabra más adecuada sería mecaorgánico, de hecho. Su nombre real es Heinrich Beckon, y antes de llamarse Génesis fue un ser humano completo de los pies a la cabeza.

Fue de nuevo Distorsión el que realizó la pregunta que todos nos estábamos haciendo.

—¿Es… uno de tus antiguos experimentos?

Adrian se cuadró las gafas antes de contestar.

—Sólo la carcasa, el cuerpo que alberga la mente del monstruo. Me pidieron que diseñara un soporte que se pudiera manipular a distancia por medio de impulsos eléctricos similares a los del cerebro humano, y que lo forrara de armas no electrónicas. Más adelante me pidieron que todo el soporte fuera enteramente mecánico.

—¿Cómo es posible eso? —comentó Fase, incapaz de creerlo—. Una tecnología tan avanzada, por medios puramente mecánicos… eso es casi imposible.

—Eso es lo que yo les dije, pero deseaban que no fuera electrónico en ningún sentido para que fuera antifrecuencias, así como imposible de inhibir o manipular por medio de señales externas.

—De modo que eso explica por qué nuestros poderes no le afectan —añadió Distorsión.

—Es como un gigantesco reloj de cuerda —añadí.

—Su interior es más que simples engranajes y tornillos, pero en esencia así es.

—¿Y cómo resolviste el problema de la electricidad para que ese tal Beckon lo manejara a distancia? —preguntó Distorsión, interesado en el tema. Todos los demás escuchábamos atentos, incluyendo Overdrive y Delay, que no habían dicho nada en ningún momento.

—No lo resolví, Distorsión. La máquina, aunque ingeniosa y primitiva, funciona con electricidad.

—Pero no lo entiendo… entonces nuestros poderes deberían afectarle…

Pero yo sí lo entendí. Otra especialidad de Adrian era Biomecánica. Había visto muchas viejas películas del siglo veinte donde explicaban aberraciones similares. Y me quedé sin aliento por un momento, de tal modo que los demás lo notaron y me miraron.

—Heinrich Beckon no lo maneja a distancia —dije en voz alta.

—Así es, Echo —prosiguió Adrian, respirando con dificultad, apoyado en una pared—. La electricidad necesaria para manejar la máquina conocida como Génesis… proviene del cerebro de Beckon, implantado en su interior.

***

Antes de hablar con Adrian ya sospechábamos que nuestro enemigo era un monstruo. Después de hacerlo, comprendimos que por desgracia teníamos más razón de la que jamás habíamos imaginado.

Génesis era un cyborg. O quizás esa palabra era inadecuada, y se podía decir que era un mechorg. A medias mecánico, a medias orgánico. Es un decir lo de a medias, claro, pues Adrian nos aclaró que lo único biológico que había en aquella cosa de metal era el cerebro y los ojos, los dos mecanismos más complejos del cuerpo humano, casi imposibles de replicar en el momento presente, y ambos, en el fondo, la esencia del alma, lo primero en sentido espiritual y lo segundo en sentido físico; mientras se tiene mente o se posee capacidad de expresar con la mirada, se puede decir que hay algo de naturaleza humana en aquel que posee una o ambas cualidades.

Pero, ¿era humano Génesis? ¿Qué demonios le había pasado? Adrian no fue capaz de contestarnos, pues como prisionero que era no le dieron esos detalles; sí nos aclaró que nunca tuvo idea ni intención de llevar a cabo tan monstruosa aberración, pero que experimentos similares en el bando contrario convencieron al suyo, aquel para el cual trabajaba al margen de su voluntad, de que era posible conseguir tal horror en términos morales y éticos.

Experimentos similares en el bando contrario… eso nos llevó a pensar en otro monstruo de una clase muy distinta: Desdémona. Sin duda era quien los llevaría a cabo, pero cuando le preguntamos a Adrian sobre hasta dónde fue ella capaz de llegar, prefirió no seguir hablando del asunto e insistió en que nos centráramos en el momento presente.

Al menos teníamos una gran ventaja de nuestra parte, que era saber con detalle las habilidades de nuestro enemigo. Sus poderes estaban basados en los cuatro elementos, a saber: agua, tierra, fuego y aire. De ahí que le bautizaran como Génesis, al ser esas las fuerzas primordiales que suponen el origen de todos los mundos. Sus dos brazos eran poderosas mangueras que soltaban chorros a presión, tan potentes que igualaban la velocidad de fluido de un río de caudal medio al desbordarse. Sus dos pies podían también configurarse como pistones, como ya sabíamos, y provocar terremotos de hasta seis grados en la escala de Richter. El lanzallamas alojado en su boca emitía chorros de fuego de temperaturas entre los 500 y los 1000 grados centígrados, no los más calientes pero sin duda suficientes para hacer arder a cualquiera como una cerilla, y por último su ventilador del torso podía provocar vientos de hasta 100 kilómetros por hora, al parecer un 10 en la llamada escala de Beaufort, capaz de arrancar árboles de cuajo y dañar edificios de gravedad.

Todo eso, por supuesto, si es que no había mejorado sus capacidades desde que Adrian lo diseñó, claro.

El funcionamiento de todos estos dispositivos tuvo a Distorsión anonadado durante meses enteros. Usaban como combustible tanto el aire de la atmósfera imperante como agua. El agua, aparte de poder usarse como combustible directo para las mangueras, podía descomponerse por medio de hidrólisis, que consiste en la separación en hidrógeno y oxígeno, provocando así la chispa detonante de las llamaradas, que se aprovechaban del ambiente para expandirse. Los pistones podían funcionar por medio de la electricidad del cerebro de manera directa o también por procedimientos hidráulicos. Todos estos procesos, además, hacían girar al ventilador como si fuera la rueda de una central hidroeléctrica, con la única diferencia de que en vez de alimentar a una batería estaba dotando de energía directamente al cerebro.

Dicho en otras palabras, la única necesidad que tenía Génesis como ser en parte vivo era la de beber; la comida ya no era necesaria para él, así como la necesidad de respirar. Sí podía hacer algo equivalente a dormir, aunque sería más adecuado considerarlo hibernación, pues su utilidad consistía en ahorrar energía más que reponerla.

Por si todo esto no fuera suficientemente malo sus armas eran también canalizadoras, pudiendo aprovechar corrientes de agua existentes, por ejemplo, o incluso de otros líquidos. No quería ni pensar lo que podía provocar ese ser expulsando petróleo por sus brazos para luego encenderlo por medio de un chorro de fuego proveniente de su boca.

Un adversario temible, sin duda, pero al que debíamos detener a toda costa, pues estaba claro que volvería a atacar de nuevo. Y ahí entraba la otra pregunta: ¿por qué lo estaba haciendo? ¿Venganza? Podía ser, pero nosotros parecíamos más un obstáculo que un objetivo. ¿Contra Adrian, en concreto? Era imposible saberlo aún, pero por si acaso insistimos en que regresara de nuevo al Acorde Cósmico, pues a partir de ese momento nosotros nos encargaríamos de detenerlo con todos los medios que pudiéramos emplear.

Podía parecer una empresa desesperada, pero aunque no pudiéramos emplear nuestros poderes directamente contra él siempre podíamos usarlos de manera indirecta, como cuando Distorsión le tiró encima uno de aquellos dispositivos que estropeó previamente.

Fue Distorsión el que tuvo la idea y el que se pasó la noche entera encerrado, preparando el arma con el que pretendía asestarle el golpe fatal a nuestro enemigo. Tenía mucha intriga por saber qué era lo que estaba haciendo, dado que ya no podía construir apenas máquinas debido a sus poderes, pero en cuanto lo terminó y nos lo enseñó nos quedamos poco menos que sorprendidos.

—¿Crees que esto lo detendrá? —preguntó Overdrive.

—En circunstancias normales no, pero espero que podamos contar con una aliada.

—¿Una aliada? —pregunté, extrañada.

—Sí, Echo. La ley de la inercia —terminó Distorsión cerrando el puño y golpeando el armatoste mecánico que había diseñado.

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