miércoles, 24 de octubre de 2012

The Jammers 004: Shiny happy people




(Portada: Amaia Ballesteros)





Meet me in the crowd
People, people

R.E.M. Out of Time

¿Dónde me quedé la última vez? Ah, sí. Mencioné que Fase había hablado con Distorsión y le había hecho una revelación sobre Adrian que no parecía haberle gustado demasiado, a juzgar por sus palabras.

—Hay algo que necesito saber, y quiero que me lo digas ahora mismo.

Bueno, más que por sus palabras, por lo que trajeron consigo, además del par de amplificadores que estallaron en la sala de ensayo mientras las decía. Dos amplis que el propio Distorsión había diseñado y nos habían construido por encargo.

Adrian, que estaba sentado leyendo una novela, se giró, ajustándose sus gafas cuadradas, y se puso en pie, como si en realidad estuviera esperando a ese momento. Tampoco sería muy sorprendente que así fuera, claro. Dado que había sido secuestrado por Desdémona, y que ella era su mujer, de una u otra manera íbamos a acabar metiendo las narices en dirección a su pasado.

Nadie dijo nada. Overdrive siguió afinando las doce cuerdas de su guitarra pero con los oídos atentos, Delay tumbado en un sofá, atravesado de lado a lado, Fase justo al lado de Distorsión, serio como nunca solía estar, yo en el umbral de una de tantas entradas, como si no tuviera claro que estuviera a punto de pasar algo gordo de veras.

—¿Cómo conociste a Desdémona? —preguntó el que era nuestro líder y alma mater del grupo, tratando de calmar su estado de ánimo por el bien de nuestro equipo de directo y el suyo propio.

—Ambos éramos investigadores cuando la conocí en persona —se limitó a responder Adrian dejando el libro sobre una mesa y tocándose el mentón—, pero sé que no te estás refiriendo a eso.

—Has dado en el clavo —reafirmó Distorsión sin decir nada más, sólo esperar a que Adrian siguiera hablando.

—Imagino que investigando a Diane descubriríais que fue hecha prisionera durante la Guerra de los Cien Ciclos.

—Así es —añadió Fase. Adrian, sin ninguna duda, llevaba encima todo el peso de aquella tensa conversación.

—Lo averiguaste tú, ¿no? Entonces no tardarías en averiguar que yo también fui hecho prisionero en esa guerra.

—­¿Prisionero? —pregunté, intrigada—. ¿Entonces conociste antes a Desdémona?

—No en realidad. Ella fue obligada a trabajar en la división de armas de un bando, y yo del otro.

Distorsión levantó el puño con rabia.

—¿Armas? No, llámalo por su nombre. Experimentos, más bien.

Empalidecí. ¿Adrian había hecho… experimentos con personas? Se me ocurrían varios sujetos del lejano siglo veinte que habían hecho cosas similares en época de guerra y se les consideraba poco menos que monstruos con cuerpo de hombre.

Adrian se quitó las gafas. Fui incapaz por completo de leer en su rostro. ¿Era pena sincera, o la culpa fingida del carnicero?

—Es cierto, así es. En cuanto supieron de mis conocimientos de Bioelectrónica y Biomecánica me obligaron a explotarlos al máximo para crear toda clase de armamento biológico… trajes de resistencia, bombas orgánicas y proyectos más concretos y aberrantes. Sólo pude realizar los diseños, pues enfermaba nada más saber los modos en que serían empleados, y desde el fin de la guerra, al ser liberado, no he vuelto a trabajar jamás en esas disciplinas.

Al fin lo comprendí, y las piezas encajaron en mi mente.

—Por eso no pudiste salvar a tu hijo, tratar de curarle a él ni a Desdémona.

—Diane jamás me perdonó. Sabiendo todos los horrores que había colaborado para crear nunca pudo asumir que fuera incapaz de emplear esos conocimientos para salvar a mi propio hijo. Lo intenté, pero no pude. Sentía que era como si fueran cobayas, no pacientes.

Distorsión aflojó los puños, pero permanecieron cerrados. Acto seguido ocultó el rostro con su holograma. Era su manera no verbal de poner una barrera con todos nosotros.

Sin decir una sola palabra se dio media vuelta y salió de la habitación, listo para tomar un biplaza y largarse de allí, como no era difícil deducir. Fase trató de hacer un vago ademán de detenerle pero algo dentro de sí mismo se lo impidió. Overdrive y Delay ni lo intentaron, aunque no le quitaron la vista de encima mientras se iba. Adrian no podía ni mirar en su dirección. Yo fui la única que se lanzó tras él para tratar de impedir que se marchara, pasillo abajo, sin que me resultara nada difícil alcanzarle, pues avanzaba lento pero inexorable, como si se pensara solo en todo el Universo.

—Distorsión, espera —dije poniéndole la mano en el hombro. Su tacto era gélido, como estuviera dejando escapar la voluntad y la vida por los poros de la piel.

—Agradezco tu intención pero no va a servir de nada. Lo que…

Se disponía a dar toda una sarta de justificaciones que detuve de manera instantánea rebotando su monólogo hacia sí mismo. Creo que captó el mensaje: escuchaba más el sonido de su propia voz que el de las de los demás.

En cuanto comprendió lo que había hecho, obviamente, se detuvo y me dejó hablar. Fui directa y escueta.

—Todos nosotros tenemos un pasado del que no nos sentimos orgullosos.

Calló por un momento. Acto seguido, contestó.

—Lo entiendo. Sé que también ha sido un shock para vosotros. Pero necesito estar solo. Sabes cómo soy, lo fácilmente que entro en cólera. Necesito tiempo para reflexionar.

—Eres una estrella de la música, Distorsión. Es complicado que puedas estar alguna vez solo.

—Sólo en parte soy famoso —dijo apagando el holograma. Después de eso siguió su camino, entró en la nave biplaza, y el hangar se cerró. No le detuve. Unos minutos después estaba a su aire, vagando por el espacio.

—Se ha marchado —dije regresando a la sala de ensayo, donde nadie se había movido.

—¿Acaso lo dudabas? —se limitó a contestar Overdrive mientras seguía afinando las cuerdas de su doble guitarra.

***

Distorsión pasó fuera un par de días de cómputo estándar, más o menos equivalentes a los viejos días terrestres del siglo veinte. No quisimos preguntar mucho más a Adrian sobre su terrible secreto, pero algo nos contó por propia voluntad. En concreto en lo relativo a Desdémona.

—Cada uno fue científico en el bando opuesto al del otro —empezó a contarnos mientras todos cenábamos en una dependencia menor, unos sentados, otros de pie, rodeados de chismes de desconocida función—. Tengo entendido que las cosas que me obligaron a hacer a mí no son nada comparadas con las que le hicieron hacer a Diane. Cómo ha logrado sobreponerse a ellas es sólo una prueba más de su voluntad indomable, la misma que la llevó a, sin el menor atisbo de duda, hacer de conejillo de indias para tratar de salvar a nuestro hijo.

—Es algo que casi toda mujer haría por los suyos —agregué tratando de restar culpabilidad a sus palabras.

—Lo cierto es que aunque no nos conocíamos, nuestras terribles creaciones lucharon en el campo de batalla en muchas ocasiones. No puede decirse que fuera una batalla, ni una rivalidad… para ello los dos oponentes debían estar interesados en ganar al otro. Y yo nunca he podido manejar a seres humanos como armas, igual que meras piezas de ajedrez. Diane era de mi misma opinión, pero con el paso de los años fue algo más que Valis lo que acabó por envenenarla por dentro, y alejarla sin remedio de mi lado.

»Al término de la guerra fui oficialmente amnistiado, al igual que Diane. Años después nos conocimos sin saber quién era el otro realmente, hasta que un día di el paso de confiar en ella al máximo y confesar todo lo que os estoy contando. Ella hizo lo propio conmigo y el resto no fue más que dejar pasar el tiempo. Ella me quiso mucho, más que a su propia vida. Y yo no pude responder a esa muestra de afecto. Tened cuidado con las cosas que le podáis hacer a aquellos a quienes amáis, chicos, y con las que no hagáis también, porque sus consecuencias os perseguirán para toda la vida y os definirán para siempre como personas.

Pensé mucho en aquella conversación con el paso de los días. Yo pensaba que las mujeres éramos únicas en el sentido de que una vez perdida la magia por culpa de una traición del ser amado, o de un acto cruel e injustificado, ya nada era igual para nosotras, por mucho que el causante manifestara su eterno arrepentimiento. Pero comprendí que en los hombres la culpabilidad es un sentimiento muy hondo que son incapaces de borrar de sus recuerdos, que nunca logran pasar página de manera completa y siempre queda algo que les recuerda de manera indeleble su error.

Estuve a punto de confesar cosas de mi pasado. La confianza funciona así, compartir secretos en las dos direcciones. Pero la ausencia de Distorsión me echó atrás en mi idea, y tampoco tuve del todo claro si sería algo que él desearía, que tal vez se sentiría presionado a tener que hablar a su vez, en contra de su voluntad. No tardó en regresar, pero ya era tarde, había cambiado de parecer. El momento y la circunstancia habían pasado.

Por supuesto no nos dijo qué había hecho en esos días, aunque mostraba signos de haberse peleado, y no trifulcas de bar precisamente. Creo que salió a hacer por ahí de vengador justiciero, o vete tú a saber qué. Más que nada por el comentario que soltó nada más llegar.

—A partir de ahora, allá donde necesiten ayuda, iremos nosotros a echar una mano —soltó con el holograma encendido, como si fuera una revelación de esas que uno tiene una mañana cualquiera al despertarse.

***

¿A qué se debía el cambio producido por Distorsión? Eso era lo que nos preguntamos todos durante un tiempo. ¿Necesidad de desahogarse? ¿Placer hedonista? Podía parecer a simple vista, pero le conocía bien y sabía que la culpa también motivaba sus actos. La culpa por pensar que el que era su padre adoptivo, Adrian Harvester, había tenido que emplear sus conocimientos para fines terribles en algún momento del pasado. En ese sentido Distorsión se veía a sí mismo como resultado de las acciones de nuestro mánager, y por ese motivo imagino que quería demostrarle que no todo lo que le rodeaba tenía que convertirse en un arma de desbocada destrucción.

Distorsión nunca me dijo una sola palabra de estas cosas, por supuesto. Era pedir demasiado que lo hiciera, conociendo su manera de ser. Pero yo lo sabía. Lo sabía como se sabe el número de dedos que uno tiene en la mano. Aunque a veces podía resultar inaccesible y hermético, su manera de ser seguía unos patrones muy predefinidos para mí.

De modo que dejamos de ser mercenarios clandestinos de las ondas para ser… otra cosa. Ya teníamos una fama que nos permitía ingresar pasta sin tener que hacer trabajitos freelance, aunque tampoco es que fuéramos precisamente en deslizadores de lujo a todos lados, pero menos daba una piedra. Así que por primera vez en mucho tiempo nos centramos en nuestra propia carrera, que ya llevaba tiempo desatendida, y en los directos que aún teníamos por delante, pues no estábamos oficialmente de gira pero sin duda teníamos que asomar las narices por todo sitio dispuesto a ofrecernos un escenario.

Tocamos en bastantes colonias pequeñas y apartadas y en general tuvimos una acogida excelente en la mayor parte de ellas, aunque en alguna que otra no se vendieron apenas entradas. Eso era algo normal para ser, como éramos, un grupo que estábamos empezando; todo era cuestión de perseverar y patearse el vacío cósmico de un mundo a otro, crear el fenómeno poco a poco, no de un día para otro. Y de todos modos, con tal de que pudiéramos seguir tocando y nos diera para comer, todos estábamos en mayor o menor medida satisfechos con los resultados.

No nos metimos en ningún embolado gordo, por otro lado. No por haber decidido de repente que seríamos una suerte de —Distorsión odiaba la palabra— héroes del tres al cuarto iban a venir los problemas justo a llamar a nuestra puerta. Aparte, ya teníamos suficiente con habernos enfrentado no sólo a Desdémona sino a otros enemigos prestados en el pasado y que ahora no viene a cuento mencionar. No andábamos sobrados de oponentes como para buscarnos unos nuevos, aunque sí que intervinimos en alguna que otra escaramuza local, por ejemplo en la perdida colonia de Liner, de carácter belicoso y dominada por un dictador con mano de hierro. Fue un día que caminábamos por sus calles grisáceas y dominadas de manera brutal por el cemento, material que hermanaba en texturas y colores tanto el asfalto como las fachadas de los edificios. Unos paramilitares estaban amenazando con sus rifles de asalto a un grupo de manifestantes que habían hecho una sentada para impedir que se desalojara a un ciudadano. La reacción de la mayoría de la gente era mirar para otro lado, pero nosotros no hicimos así, y en especial Distorsión, de quien no tenía la menor duda de que vivir sin un hogar no había sido un concepto desconocido para él en el pasado.

No era recomendable que nos mezcláramos en los problemas de las colonias y ni siquiera conveniente; podíamos provocar un grave problema diplomático. Eso Adrian nos lo había explicado muchas veces, y Overdrive lo entendía mejor que ninguno. Por supuesto, de ahí a hacerle caso ya era otro asunto, aunque siempre tratamos de mantener el máximo disimulo. Era lo bueno de nuestros poderes, la sutileza. No involucrarnos de manera directa en el combate.

El problema de Distorsión es que para él “sutileza” debe ser una marca de zapatos o un modelo de nave espacial, porque en cuanto vio el panorama se separó de nuestro lado, directo hacia los paramilitares armados.

Nada más ver a un civil avanzar en su dirección, giraron las armas y le apuntaron sin pensárselo un momento. Distorsión ni se inmutó y siguió avanzando. Su rostro lleno de quemaduras, además, debía resultar más que amedrentador para aquellos soldados. Y no os llevéis a engaño, su confianza no venía del hecho de que yo pudiera rebotar los disparos; estaba bastante lejos de mí, lo que dificultaba mi capacidad para hacerlo, y eran tantos los que le tenían en el punto de mira, del orden de una docena de soldaditos de plomo, que sería muy fácil que fallara en esquivar aquella potencial lluvia de balas sin estar directamente en el corazón del tiroteo.

Distorsión no retrocedió ni aminoró la marcha. Los primeros dedos empezaron a agarrotarse sobre los gatillos. En aquella colonia no se andaban con estupideces. Allí se disparaba primero y se preguntaba después.

Las armas empezaron a emitir toda clase de chispazos, y la mayoría de ellas se desmontaron a piezas debido a los tremendos cortocircuitos internos. La mayoría de los soldados se quedaron sorprendidos por lo que acababa de pasar y no pudieron por más que tratar de recomponer los pedazos de sus armas de fuego.

Uno de ellos sin embargo se dispuso a atacar a Distorsión con un arma blanca, un puñal energético, como no tardamos en comprobar. Pero lejos de hacer que poco menos estallara en sus manos, Distorsión le dejó atacar. No quería limitarse a derrotarle, quería humillarle delante de todos aquellos manifestantes, demostrarles que, unidos, podrían hacerles frente.

No duró mucho la lección, sin embargo, pues de repente la hoja de energía se desvaneció y el soldado se quedó sólo con un mango desnudo en la mano. Disgustado y decepcionado, Distorsión aprovechó el momento de confusión y le enganchó un puñetazo que le tumbó al momento y disuadió a los demás soldados de tratar de hacer nada similar. Después de eso se limitó a regresar y unirse otra vez a nosotros.

En todo el camino de vuelta al hotel no hizo más que mirar a Overdrive con expresión de reproche en lo que éste se limitaba a mirar para otro lado, con sonrisilla irónica, como si no fuera con él el asunto.

***

De nada sirvió discutir lo sucedido más tarde. Distorsión es así y eso ya todos lo sabíamos. Era incapaz de quedarse quieto ante algo semejante, todos lo éramos de hecho, pero en su caso no le bastaba con entrar en acción sin más, tenía que demostrar que era mucho más poderoso que aquellos que le pretendían atacar, como una advertencia a todas aquellas colonias dictatoriales: una nueva era está aquí, ahora hay sujetos que os pueden hacer frente, hoy soy yo, mañana serán otros.

En ese sentido su mensaje era incuestionable. La cosas estaban cambiando en todas partes, no había más que ver el misterioso renacer de sujetos y acontecimientos extraños, desde los nuevos guardianes de Ernépolis I pasando por un misterioso personaje que por lo visto rondaba las minas abandonadas de la colonia SKF, además de las legiones de cazarrecompensas que vagaban de punta a punta de la galaxia, e incluso un misterioso espía que al parecer se había fugado pero que vagaba de mundo en mundo sin que nadie pudiera dar una descripción adecuada de su aspecto. Sí, las cosas estaban cambiando. No sé si podría calificarse de tanto como una segunda era de héroes, porque nunca conocí la primera, pero al menos había movimiento, ni de lejos pasividad ni conformismo.

Distorsión, sin embargo, no contaba con que las novedades y los cambios, muy a menudo, se desarrollan en más facetas de las que uno puede llegar a imaginar, y no suelen estar exentas de los ecos del pasado. Pero no tardaríamos en averiguarlo. Vaya si lo averiguamos.

Todo empezó durante una minigira muy especial que firmamos con muchos otros grupos emergentes del momento. Se trataba de un festival de cuatro conciertos que sería montado en un satélite medio muerto sin nombre más allá de su denominación científica, que era SR8273. Allí se montaría toda una parafernalia que dejaría poco menos que en ridículo a los Rock in Rio del siglo veinte. Lo primero que harían sería crear una cúpula para alojar una miniatmósfera y una cierta gravedad artificial. Una vez preparadas las condiciones iniciales el staff montaría cuatro escenarios, cada uno en una punta del satélite. Uno de ellos estaría en mitad de un cráter que sería rellenado con agua para formar un enorme lago artificial; otro estaría en una colina desde la que habría una vista panorámica de kilómetros de distancia, y que estaba además rodeada de otras colinas más altas que harían la función de gradas improvisadas; el tercero sería en el interior de un volcán inactivo, donde montarían un fastuoso espectáculo de llamas y fuegos artificiales; y el último de ellos sería en un gigantesco aerodeslizador que orbitaría sobre todos los demás escenarios, a gran altura, entre alucinantes corrientes de aire y ventiladores para garantizar aún más espectacularidad.

No fue de extrañar que la prensa bautizara este festival como la Gira de los Cuatro Elementos, claro.

Decir que aquello suponía una gran oportunidad para nuestra carrera es quedarse bastante corto en la apreciación. Si la cosa funcionaba bien los escenarios se conservarían y aquella sería la primera edición de muchas más aunque, como de costumbre, la más mítica y recordada sería la primera de ellas, allá donde nosotros íbamos a estar.

En nuestra contra jugaba nuestro inicialmente escaso y limitado repertorio, pero teníamos también la secreta esperanza de que en los festivales las actuaciones individuales de cada grupo no suelen durar más allá de la hora estándar, quizás un poco más, y por tanto esperábamos que los fans no tuvieran la sensación de haberse quedado con sabor a poco.

Otro asunto es que no éramos cabeza del cartel, pero sí estábamos en un puesto privilegiado. Para los que no lo sepan, en los festivales los cabeza de cartel son aquellos que cierran un día de actuaciones, y suelen coincidir con los grupos más veteranos o aquellos con capacidad para pagar una mayor suma con el objetivo de conseguir tan codiciada posición. A tal extremo de simbolismo llega tal puesto que en las promociones de los grupos de los festivales, ya sean carteles impresos o imágenes digitales que circulen por la Llanura, el cabeza de cartel suele aparecer en un tamaño de fuente enorme y los demás grupos aparecen en tamaños menores a medida que disminuye su peso y su importancia. Nosotros estábamos en este festival con la tercera fuente más grande, lo que nos colocaba en tercera fila con otros grupos como Barricade o Bonecrusher, lo que no estaba tampoco nada mal.

En los viejos festivales los escenarios se reciclan y preparan de un día para otro, pero no era el caso en este. Era tal la parafernalia para cada stage que llevaría semanas tenerlo todo listo y a punto, con lo que era utópico repetir tal nivel de organización para el día siguiente. Sí se usarían como zonas habilitadas para discotecas improvisadas, grandes zonas de chill-out y actividades adecuadas a cada lugar. Por ejemplo, el lago serviría como gigantesca playa en la que, como suele pasar en esta clase de eventos, la fiesta duraría días y días consecutivos sin parar. Como además había transportes que se movían de manera directa de unos escenarios a otros, el cachondeo estaba poco menos que asegurado.

Cachondeo que, por otro lado, nosotros no podríamos ni acercarnos a disfrutar. Tendríamos una zona de acceso restringido con salas privadas y toda clase de comodidades, así como un pase para movernos por donde nos viniera en gana, pero estaba claro que la posibilidad de confundirnos con la gente estaba completamente vetada para nosotros. Distorsión aún podía contemplar la posibilidad de mezclarse sólo con dejar de usar su holograma, pero tenía claro que sería sólo una cuestión de tiempo hasta que alguien descubriera que tenía el rostro lleno de quemaduras. De todos modos tampoco tenía la intención de dejarnos atrás, allá donde nosotros no pudiéramos ir él tampoco iría; su actitud celosa con respecto al anonimato iba más allá de darse un paseo entre groupies durante los instantes previos a un directo.

Aunque en el satélite no crecía vida de manera natural, ni vegetal ni animal, estaba lo suficientemente cerca de una estrella como para que existiera una sucesión de días y noches, y en realidad poseía una frágil atmósfera propia, pero que era a todas luces insuficiente para el sustento de vida, y por lo que se efectuó aquella concienzuda terraformación. En realidad era una solución que agradaba a todo el mundo por igual, a la organización porque el despliegue de infraestructura, a pesar de suponer una gran inversión, atraería a muchos jóvenes, y a los gobiernos y colonias cercanas porque nos estábamos literalmente largando con la música a otra parte y tampoco afectaba a su turismo, ya que muchos jóvenes optarían por alojarse en algunas de ellas en vez de acampar en las zonas habilitadas en el satélite a tal efecto.

Todo estaba muy bien planeado, en realidad. A veces, en un arranque de pesimismo, me daba por pensar que demasiado. Odio tener razón.

Adrian nos hizo hueco en el primer y tercer día del festival, los dedicados al agua y al fuego, respectivamente. El primer día tocaríamos los antepenúltimos, casi cerrando los conciertos, cuando la noche empezaría a caer sobre el lago. Nada marchó mal en absoluto, todo lo contrario. El primer concierto oficial que dimos, en Ernépolis I, en el estadio de la ciudad, fue poco menos que espectacular, pero al fin y al cabo elegimos muy sabiamente la ciudad como una que necesitaba ocio y diversión a raudales después de un bloqueo comercial con motivo de una guerra interestelar y un brutal atentado que destrozó un rascacielos hasta sus mismísimos cimientos. Pero la situación en SR8273 era muy distinta. Allí estaban muchos grupos veteranos, pesos pesados con los que medirnos en términos de comparaciones odiosas, y en un escenario para el que, seguramente, muchos de ellos habrían preparado alucinantes puestas en escena.

Creo que nos defendimos muy bien y debo admitir que hasta ese momento no fui consciente de la cantidad de gente que empezaba a ser seguidora nuestra. Hicimos llenazo en el escenario, situado justo encima del lago, a varios metros de altura. A nuestro alrededor habían creado una suerte de pequeño Edén, un jardín selvático donde la gente podía sentarse en la hierba a escucharnos e incluso subirse a gradas construidas encima de enormes árboles. Había también plataformas elevadas donde se construyeron pequeños arroyos con cascadas que desembocaban en el gran lago inferior. El conjunto era poco menos que alucinante para alguien que apenas había visto Universo como yo.

¿El repertorio? No pudimos hacer mucho más que tocar nuestros temas más conocidos, aunque nos marcamos alguna versión suelta y acabamos con The Ghost. La gran traca, sin embargo, la teníamos reservada para el tercer día, donde habíamos anunciado que presentaríamos un nuevo tema, y que hizo que mucha gente comprara el bono para varios días y así poder vernos más de una vez, aumentando así los ingresos del festival. A Distorsión no le gustaba la idea de favorecer un concierto y unos espectadores frente a otros, pero era obvio que no se podía hacer una misma presentación en primicia dos veces seguidas.

Terminamos de tocar, hicimos los acostumbrados bises y nos largamos de allí a descansar y disfrutar. Hasta se nos pasó por la cabeza la idea de regresar al Acorde Cósmico por un día, pero teníamos mucho que hablar con los técnicos para que el espectáculo pirotécnico de nuestro siguiente concierto, dentro del volcán, marchara sobre ruedas.

Fue al llegar a nuestras estancias y poner las noticias cuando nos enteramos de la inundación.

Al parecer se había producido un error en el flujo de circulación artificial del agua y todo el escenario se anegó por completo, incluyendo por supuesto la zona de los espectadores, a bajo nivel. El protocolo de seguridad funcionó correctamente, pero a punto estuvo de acontecer una tragedia, pues hubo que atender a varios asistentes que por poco se ahogaron, así como a muchas personas que sucumbieron a ataques de pánico. Los siguientes grupos no pudieron tocar, nosotros fuimos de hecho los últimos en hacerlo.

La noticia, si bien fue una tragedia, no bastó para suspender el festival. No hubo víctimas mortales, los demás conciertos se desarrollarían en escenarios paralelos y alejados de aquel, y era imperioso para los organizadores, que no se explicaban lo sucedido, recuperarse de aquel golpe que había provocado la baja de numerosos asistentes. La cosa pintaba mal, pero por fortuna la mayoría de la gente reiteró su apoyo a la Gira de los Cuatro Elementos.

La cosa pintó peor cuando el segundo día se produjo un terremoto.

La colina donde estaba el escenario tembló como si fuera un folio al viento y, aunque la escala no fue excesivamente alta, sí se produjeron destrozos materiales y el caos cundió sin que pudiera hacerse nada por llamar a la calma.

Aquello empezó a llamar nuestra atención, sobre todo la de Distorsión, intrigado por el suceso más que ninguno.

—Estoy convencido de que es imposible que este guijarro tenga la menor actividad sísmica —comentó aludiendo al satélite—. El volcán está apagado, ya no hay nada ni remotamente parecido a placas tectónicas en este lugar. Está todo muerto.

—¿Qué sugieres entonces? —preguntó Overdrive, pero fue Delay quien contestó.

—¿Acaso no lo ha dejado claro? Sabotaje.

Esa fue una palabra que retumbó en nuestros oídos por un buen rato. Lo primero de todo, ¿por qué iba nadie a querer hacer algo así? Y lo segundo, ¿era contra el festival o contra nosotros? Un nombre vino a la mente de todos: Desdémona. ¿Sería ella? No la conocíamos mucho, pero había una persona que sí.

—No lo creo, chicos —nos dijo Adrian una vez contactamos con él por medio de la Llanura—. Si ella quisiera atacaros se hubiera mostrado, al menos a vosotros, y además la inundación no parecía destinada a vuestro concierto, y el segundo día ni siquiera estabais sobre un escenario. Lo que sí parece claro es que los dos accidentes no son nada casuales. ¿El sistema de agua se estropeó justo el día del concierto? No debía hacer nada que no llevara meses haciendo, y no ha sido un problema de aforo ni cargas, por lo que han dicho en los medios.

Distorsión asintió sin palabras, dando a entender que era de la misma opinión.

—De acuerdo, Adrian. Gracias por despejarnos las dudas.

Sólo en un sentido, claro. Porque aunque teníamos sospechas sobre qué no había pasado, seguíamos sin saber qué era lo que había pasado. Pero lo peor de todo, sin duda, era que aún quedaban dos días de aquel festival temático que homenajeaba a los elementos.

Y el tercer día era el dedicado al fuego.

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